Monday, October 09, 2006

"EL AMIGO DE MI AMIGA" (Eric Rohmer, 1987)

El cine de Rohmer no me interesa especialmente, pero Barcelona invita a que, año tras año, pueda ir descubriendo sus títulos más conocidos (especialmente, los pertenecientes a los ciclos "Cuentos morales" y "Comedias y proverbios"). No hace mucho, volví a ver "Las noches de la luna llena" (de la que no guardaba un maldito recuerdo, como tampoco los mantengo de "Pauline en la playa" y "El rayo verde", las otras comedias y proverbios que vi hace años, en plena adolescencia: la memoria, mi memoria, ¡es tan volátil!). Y recientemente he visto "El amigo de mi amiga", con el mismo curioso efecto que suelen producirme los films de Rohmer: son películas que disfruto mientras veo (interesándome especialmente la forma en que Rohmer capta la luz, arquitecturas y paisajes), pero que, una vez vistas, no quisiera revisar (con la excepción de "La marquesa de O" y "La inglesa y el duque", dos títulos que, curiosamente, no forman parte de ciclo rohmeriano alguno). Como en el resto de su filmografía, Rohmer pone en escena su particular laboratorio regido por la combinatoria, el verbo y el azar. En el último número de la revista "Dirigido", el excelente José María Latorre calificaba a los personajes de Rohmer y las conversaciones que mantenían de "insustanciales". Discrepo cordialmente de esa apreciación, en el sentido de que la realidad humana muy bien pudiera ser calificada de insustancial: el vacío puesto en imágenes por el cineasta francés no es un mero capricho de autor. Aunque, como en el grueso de sus compañeros de la Nouvelle Vague, Rohmer pudiera ser acusado de severo formalista (¿y por qué no podría serlo?), "El amigo de mi amiga" destaca de entre los films de Rohmer que conozco por una secuencia atravesada por una auténtica, sentimental, emoción, definitiva señal de que los personajes de este film están hechos de luz, sí, pero también de alma.

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